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El silencio terapéutico a análisis 👈🏻

Los terapeutas contamos con numerosas herramientas, instrumentos y técnicas para trabajar con nuestros pacientes. Ya hace tiempo, desde la corriente psicoanalista, Freud manifestó la técnica de la “curación por la palabra”, y, aunque pueda parecer lo contrario, no existe comunicación ni palabras sin silencios, y tampoco hay silencios sin pensamientos e imágenes internas, aunque no se verbalicen. El diálogo con conceptos propositivos o sin ellos surge de la interrelación de las palabras y silencios.

En el hospital, diariamente, cuando consideramos que es conveniente, utilizamos el silencio, lo creamos, ejecutamos y manejamos; pues es un instrumento técnico que nos brinda la oportunidad de dar a nuestros pacientes su espacio, tiempo y libertad para que puedan pensar, pensarse y expresar sus tendencias, fantasías, recuerdos, pensamientos, ocurrencias, lo que pueden y no pueden hacer en alguna situación concreta, etc., buscando evocar cambios que puedan abrirles el camino a su inconsciente y a su verdad, lo que les irá acercando cada vez más a su progresiva mejoría y recuperación. Los pacientes necesitan también del silencio para sentirse escuchados, atendidos y cuidados a través de una comunicación de espera y aceptación.

En el día a día, son muchas las veces en las que nuestros pacientes nos hacen preguntas a los terapeutas, y a veces, la respuesta que obtienen es un silencio correctamente realizado, que en muchas ocasiones puede suscitar confusión o desconcierto, entre otros; pero que da pie a que ellos mismos se respondan y lleguen a sus propias conclusiones, sin ningún tipo de presión ni condicionamiento previo. Así, en ese momento de silencio, de espera tensa (y agónica para muchos), los pacientes se recogen en sí mismos pacientemente, generándose así un espacio en el que la palabra puede brotar después de que se ordenen las tensiones internas respecto del tema que estemos trabajando. En primer lugar, este silencio estaría altamente vinculado con la resistencia, aunque existen otras posibilidades, como que no existan ideas, aunque clásicamente esta opción pueda descartarse al ser difícil estar sin pensar.

Por tanto, podemos diferenciar dos grandes tipos de silencios (el de los terapeutas y el de los pacientes), aunque en cada uno de ellos podríamos analizar muchos más subtipos.

Por todo lo anteriormente dicho podemos concluir que el silencio en psicoterapia es necesario, y como una herramienta más, es preciso saber utilizarla y dosificarla adecuadamente acorde al momento terapéutico de cada paciente.

“¿Acaso no todo depende de la interpretación que le damos al silencio que hay en torno a nosotros?” Lawrence Durrell

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