Mentalia Montreal El Plantío

Potenciales efectos adversos en la salud mental:

Se estima que la adicción a las redes sociales afecta a un 5% de los jóvenes.

Las tasas de ansiedad y depresión en los jóvenes han aumentado un 70% en los últimos 25 años.

El uso de redes sociales está relacionado con un incremento en las tasas de ansiedad y depresión, con dificultades del sueño, y con problemas de autoimagen.

El ciberbullying o acoso cibernético es un problema creciente: 7 de cada 10 jóvenes afirman haberlo experimentado.

Aparece el miedo a ser ignorado (missing out), caracterizado por la necesidad de estar constantemente conectado con las actividades de otras personas, para no “perdérselas”.

Actividad en la que los pacientes se colocan por parejas, según criterio terapéutico.

Puede emplearse contacto directo, o con objetos intermedios como una pelota. La actividad consiste en dibujar de forma abstracta o concreta algo que le queramos transmitir a la pareja con la que estamos trabajando.

La persona que recibe el estímulo podrá comentar qué ha sentido, si fue agradable o sensación “incómoda”, si el trazo fue constante, intenso, suave…

Mediante esta actividad expresamos con el cuerpo elementos donde el lenguaje verbal no llega.

Genera confianza y vínculos más potentes, se resuelven conflictos.

Se puede poner un tema concreto a trabajar, pero también se puede plantear como actividad libre.

Utilizo este juego para que los pacientes cuenten su historia. Mediante l elección de cada carta, narran elementos o situaciones significativas de su vida.

Con esta actividad de tipo proyectivo, se accede a los conflictos de los pacientes para que puedan poner en palabras a través de las imágenes elegidas.

Estas cartas también pueden ser representadas en expresión corporal iniciando o completando una historia con la que el paciente se identifique al ver dicha imagen.

He utilizado este suceso para trabajar sobre la “normalización” de la agresividad en la sociedad.

Desde habilidades sociales comentamos el estilo agresivo de ambas posturas.

  • La inadecuación del chiste.
  • La agresividad con la que se responde al mismo.

Posteriormente se trabajó la repercusión mediática que tuvo este hecho ya que muchas personas no solo justificaron la reacción violenta sino que elogiaron su actitud.

Más tarde, los miembros del grupo reflexionaron sobre el poder que tienen los medios de comunicación y la importancia que tiene el correcto uso del lenguaje.

El Hospital de Día Psiquiátrico, entendido como un dispositivo asistencial de tratamiento activo de trastornos mentales en régimen de día y por tanto como un instrumento fundamentalmente de prevención secundaria, según las directrices publicadas recientemente por el INSALUD, posee unas características idóneas para la realización de programas integrales y multidisciplinarios para la mejora del cumplimiento terapéutico.

El concepto de cumplimiento terapéutico es amplio y no se limita únicamente a seguir determinadas indicaciones de pautas posológicas, sino que implica otros aspectos higiénico-sanitarios, como pueden ser el seguir correctamente una dieta, realizar ejercicio regularmente, no fumar, no tomar o al menos no abusar del alcohol u otros tóxicos, etc.

Desde el punto de vista terminológico existe cierta confusión entre cumplimiento terapéutico y otros términos como adherencia u observancia terapéutica. El término cumplimiento conlleva un cierto autoritarismo paternalista por parte de los profesionales médicos y sumisión y obediencia por parte del paciente, por lo que algunos autores prefieren emplear el término adherencia por ser más neutro y por ser parte de un continum, en la que la adherencia completa es extremadamente rara y la adherencia incompleta también, situándose entre ambas situaciones la mayoría de los pacientes. Otros reservan el término cumplimiento para las recomendaciones estrictamente farmacológicas, significando así una mayor amplitud y globalidad de lo que es la adherencia terapéutica.

La falta de adherencia al tratamiento, tiene una clara influencia desfavorable sobre el curso y evolución posterior de la enfermedad, ensombrece el pronóstico e imposibilita una acción terapéutica eficaz.

En Mentalia Montreal El Plantío realizamos salidas de ocio terapéutico, esta vez fuimos a patinar.

Y lo pasamos genial.

 

Hoy 8 de marzo, el equipo de Mentalia Montreal El Plantío, celebramos el día internacional de la mujer.

Saludos a tod@s.

Las máscaras son instrumentos que utilizamos para intentar adaptarnos a unas circunstancias y, así, reinventarnos para seguir adelante. Nos permiten actuar como si fuésemos capaces de cualquier cosa y nos protegen de lo que creemos que puede dañarnos.

Es decir, las máscaras son mecanismos de defensa inconscientes que intentan poner a salvo nuestro verdadero “yo” cuando puede estar en peligro. Es un engranaje que nos permite sobrevivir; por lo tanto, llevar una máscara no es necesariamente algo perjudicial para nosotros.

Sin embargo, hay circunstancias en que esa máscara que adoptamos no cumple esta función adaptativa, sino más bien todo lo contrario. Estas máscaras enquistadas en nuestro verdadero rostro han sido ampliamente estudiadas en psicopatología. Son conocidas como “ego” en psicología de la Gestalt o “conservas culturales” en psicodrama.

La pandemia, como fenómeno biopsicosocial, afecta a todas las clases sociales y a todos los continentes, pero no ha resultado «socialmente igualitaria».

El confinamiento domiciliario y el distanciamiento físico y social interrumpen los procesos relacionales, fundamento de la salud mental: disponibilidad de apoyo social, interacción cotidiana y habilidades de afrontamiento. Por eso están asociados con niveles más altos de malestar psíquico e incluso de trastornos (por ansiedad excesiva, depresión, insomnio y síndrome de estrés postraumático), a pesar de los efectos protectores de los recursos sociales disponibles. Otro factor para tener en cuenta son los procesos de duelo acumulados por las diferentes pérdidas sufridas en la pandemia, por la crisis económica sobrevenida y por el miedo al futuro.

El cierre de los centros docentes y las restricciones de las actividades sociales aumentan los riesgos para la salud mental en niños y adolescentes, tanto a nivel emocional, como relacional y de aprendizajes. Los adolescentes (y adultos y niños) con trastornos psiquiátricos graves han sufrido cambios e interrupciones en su atención durante el confinamiento domiciliario, seguidos a medio plazo de un empeoramiento de los síntomas.

La salud física y mental de las personas mayores también se está viendo afectada negativamente, con un aumento de los problemas del sueño, sedentarismo y trastornos por ansiedad y depresión. Están por ver las repercusiones cognitivas del aislamiento social y afectivo, pero es sabido que la disminución de la interacción social posee un impacto negativo en la salud mental y física de las personas mayores.

El impacto de la pandemia no ha sido igual en los hombres que en las mujeres, ni a nivel clínico, ni epidemiológico o socioeconómico. Las mujeres han estado más expuestas a riesgo de infección por su mayor presencia en profesiones y espacios de atención en primera línea y servicios esenciales: sanidad, servicios sociales, cuidados formales e informales, alimentación, comercio y limpieza. Además, tienen un papel central en las tareas y cuidados domésticos y sufren en mayor medida situaciones de precariedad y pobreza. La violencia contra las mujeres y los niños, y otros tipos de violencia en el hogar han aumentado durante la pandemia.

Tras la pandemia, en los grupos de población con altas tasas de infección y mortalidad, en las familias con ingresos familiares más bajos y en el precariado, probablemente aparecerá una alta incidencia de alteraciones emocionales, que son ya visibles en las alteraciones relacionales de algunos grupos sociales. En estas situaciones de crisis social y política es fácil atribuir todo el sufrimiento emocional a «trastornos mentales» o, peor aún, a la «enfermedad mental», contribuyendo a la medicalización y psiquiatrización de la población. Con este enfoque se corre el riesgo de fomentar una «epidemia de salud mental», diagnosticándose como depresión o «crisis de ansiedad» manifestaciones emocionales y sociales relacionadas con situaciones socioeconómicas graves, que remitirían si estas se resolviesen. De esa supuesta «epidemia de trastornos mentales» el único «resultado» sería el aumento del consumo de psicofármacos que, además, detraen recursos para las actividades comunitarias de cuidados, y eso en un país, como el nuestro, que ya es de los mayores consumidores de psicofármacos del mundo. No son medidas de salud mental, y menos aún, medidas psiquiátrico-farmacológicas, las prioritarias para el bienestar emocional de la población durante una crisis, sino medidas sociales y psicosociales.

Las propuestas de actuación deben comenzar reconociendo que nos encontramos ante una nueva crisis sanitaria, económica y ecológica a nivel planetario. Consecuentemente, habrá que implementar medidas dirigidas al sistema sanitario y a sus profesionales, a las instituciones políticas y a la población.

En el Sistema Nacional de Salud (SNS) ha de reivindicarse una Atención Primaria de Salud (APS) adecuadamente financiada, formada y reconocida, no solo para evitar el colapso de los hospitales, sino también para tener éxito en los procesos de detección y seguimiento de casos, y en los cuidados integrales de las personas, incluida su salud mental. Tanto para los trastornos psicopatológicos ya establecidos, como para que el sufrimiento psicosocial postpandemia no se cronifique, en ciertos casos los psicofármacos pueden ser útiles, pero los mejores instrumentos desde la APS son la escucha atenta y la observación, la cercanía al miedo y la angustia, el acompañamiento, la vinculación y la capacidad de facilitar el pensamiento y la reflexión sobre estos asuntos.

Presta atención a tu salud física:

  • Duerme lo suficiente. Acuéstate y levántate a la misma hora todos los días. Sigue tu horario habitual de sueño y vigilia, aun si te quedas en casa.
  • Haz actividad física de manera regular. La actividad física regular y el ejercicio pueden ayudar a reducir la ansiedad y mejorar el estado de ánimo. Encuentra una actividad que incluya movimiento, como danza, o aplicaciones para hacer ejercicio. Sal al aire libre, como un sendero natural o tu propio patio.
  • Come de manera saludable. Elige una alimentación equilibrada. Evita comer comida chatarra y azúcar refinada. Limita la cafeína, ya que puede agravar el estrés, la ansiedad y los problemas para dormir.
  • Evita el tabaco, el alcohol y las drogas ilícitas. Si fumas tabaco o si vapeas, ya tienes un mayor riesgo de sufrir enfermedades pulmonares. Dado que la COVID-19 afecta los pulmones, tu riesgo aumenta aún más. Consumir alcohol para hacer frente a un problema puede empeorar las cosas y reducir tu capacidad de afrontar una situación difícil. Evita tomar fármacos como medio de afrontamiento, salvo que tu médico te haya recetado medicamentos.
  • Limita el tiempo frente a las pantallas. Apaga los dispositivos electrónicos durante cierto tiempo al día, incluso entre 30 y 60 minutos antes de acostarte. Haz un esfuerzo de manera consciente para pasar menos tiempo frente a una pantalla (televisión, tableta, computadora y teléfono).
  • Relájate y recarga energías. Reserva tiempo para ti mismo. Unos pocos minutos de tranquilidad pueden ser reconfortantes y ayudar a calmar la mente y a reducir la ansiedad. Muchas personas se benefician con ciertas prácticas, como respiración profunda, taichí, yoga, atención plena o meditación. Date un baño de espuma, escucha música, lee o escucha un libro narrado, haz lo que sea que te ayude a relajarte. Elige una técnica que funcione para ti, y practícala con regularidad.

 

El período de la adolescencia y juventud supone un proceso gradual de maduración, aporta una contribución específica y esencial en la construcción del yo. Los trastornos psíquicos en este período deben entenderse de una manera diferente a los que se presentan en la infancia y la vida adulta.

En ocasiones la enfermedad les da identidad. Expresan ansiedad, duda, miedo y dificultad para afrontar las situaciones que les plantea la vida y sentirse bien consigo mismos. El cuerpo refleja sus problemas a otros niveles, no comer como desplazamiento de otro conflicto.

El grupo de terapia en los adolescentes y jóvenes es vivido como un lugar de apoyo, encuentro, pertenencia y de contención en algunos casos. Es el lugar donde pueden expresar sus dificultades en este proceso y sus vivencias de soledad, ansiedad, inseguridad y miedo al fracaso. Verbalizan sus dificultades en el afrontamiento de la realidad de la vida adulta. Ayuda a disminuir la autoexigencia y facilita la comprensión de conflictos no resueltos que influyen en su desarrollo actual y futuro. Favorece la introspección y la posibilidad de compartir con los demás sus experiencias, incrementando el sentimiento de seguridad y aceptación por parte del grupo. Es, finalmente, un lugar de apoyo al que poder acudir, pero también abandonar para desarrollar sus propias experiencias y proyectos personales como adultos.