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El verano no es (o no tendría que ser) para deprimirse

Ha llegado el verano y, con él, las fiestas de muchos pueblos, los días de sol, los paseos por las playas, las actividades al aire libre: las más que merecidas vacaciones. Parece la estación perfecta para el disfrute y el ocio, sin embargo, en no pocas ocasiones aparece la depresión estival o un trastorno estacional afectivo que tiende a manifestarse a través de estados de tristeza excesiva, irritabilidad, agotamiento y ansiedad. Pese a que  existe  una prevalencia en mujeres, este trastorno no entiende de edad ni de género, no debemos subestimar su sintomatología y estar alerta para que no se prolongue y no se acentúe.

La insatisfacción e incomodidad con el propio cuerpo es uno de los principales motivos de la depresión estival. Durante esta época, las mayores exposiciones públicas del cuerpo en playa o piscina, o el simple hecho de llevar ropa más ligera o destapada pueden provocar situaciones de estrés. Los cánones de belleza establecidos, junto a la falta de aceptación de las propias imperfecciones, dan lugar a uno de los principales motivos de la aparición de esta depresión estacional.

Tampoco colaboran las subidas de temperatura, ya que el exceso de calor aumenta la irritabilidad, el cansancio y, en consecuencia, genera una sensación de malestar en ocasiones imposible de tolerar. A esto se suma la presencia de cansancio y fatiga, que influyen en la cantidad y calidad del sueño. Los días son más largos y se acostumbra a realizar un mayor número de actividades lo que reduce, en muchas ocasiones, las horas de sueño.

Otra de las características significativas de este trastorno está asociado a las vacaciones. En muchas personas la sensación de ‘no hacer nada’ durante un tiempo prolongado genera un gran malestar. Además, no en pocas ocasiones se idealizan las vacaciones como tiempos de felicidad que transcurren en idílicos entornos de postal que no siempre se corresponden, en términos de expectativas generadas, a los escenarios donde finalmente transcurrimos el paréntesis estival. Esta variable aumenta la sensación de frustración, apatía y tristeza.

Por último, cabe señalar que el aumento del tiempo que pasamos en familia y en pareja crea un cultivo en el que pueden aflorar tensiones que derivan en un malestar añadido y repercute, a su vez, en el estado de ánimo.

¿Qué hacer para prevenir la depresión estival?

Existen algunas recomendaciones generales para prevenir, detectar o hacer frente a estas sintomatologías.

En primer lugar, evitar una excesiva exposición al sol. La vitamina D es absolutamente necesaria, pero conviene tomar las dosis de sol necesarias en las horas de menos incidencia de rayos agresivos. Algo que se recomienda no sólo a nivel de salud mental, sino también desde el punto de vista dermatológico.

También es importante adecuar las expectativas a la realidad que vivimos. Visitar aquellos lugares que están a nuestro alcance, descartando los parajes ideales a costa de pagar precios que están por encima de nuestras posibilidades. No es necesario impresionar en redes sociales, o a familiares y allegados a la vuelta de vacaciones. Es más valioso y beneficioso visitar aquellos lugares a los que podemos acudir en función de nuestro poder adquisitivo y centrarnos en lo placentero de la experiencia.

Asimismo, es de vital importancia dedicar tiempo a realizar actividades a diario bien programadas. No dejar todo a la improvisación ya que el cambio de la actividad diaria al parón total no ayuda al bienestar mental. No obstante, sí deberemos reservar tiempo para descansar y gozar de un relativo dolce far niente.

Por último, es fundamental cuidar, en la medida de lo posible, la alimentación. Que ésta sea equilibrada, tenga productos frescos y ricos en líquidos que nos permitan hacer buenas digestiones. Algo que redundará en que podamos establecer una buena rutina del sueño.

Prevenir a menudo es curar

La depresión es algo mucho más grave que un simple bajón. Debemos estar muy atentos a nuestros propios síntomas, así como a las señales de las personas que nos rodean. Como profesionales, en nuestro día a día, no dejamos de ver cómo tantas solicitudes de ayuda nos llegan después de mucho tiempo de malestar, lo que complica el abordaje de un problema que hubiera sido mucho más fácil de resolver de haber podido tratarlo antes, con la aparición de los primeros síntomas.

Es muy importante prestar atención a la duración e intensidad de éstos porque no siempre se trata de algo pasajero, sino que la depresión está siempre presente y se acrecienta en determinados momentos. Hay que pensar que, sólo en España, se trata de la enfermedad mental prevalente con alrededor de tres millones de personas diagnosticadas.

En este sentido, consultar cuanto antes con un profesional, sin esperar a que los síntomas empeoren, es siempre la opción más recomendable.

José Manuel Requena

Director del centro de Mentalia Salud Usúrbil