Una de las necesidades que generan las enfermedades mentales en algunos casos son aquellas vinculadas al área residencial.
Para dar cobertura a estas necesidades, partimos de desarrollar diversos recursos residenciales que configuran la atención como un “continuo residencial”, según el cual se han de articular una serie de recursos residenciales intermedios entre el hospital o la vivienda y la comunidad buscando el mayor grado de integración posible con una calidad de vida digna.
Esta estructura residencial está configurada por diversas unidades que varían en cuanto a nivel de atención y supervisión del usuario, nivel de dependencia y/ o discapacidad del usuario, mayor o menor presencia de personal técnico y especializado, de dispositivo más o menos especializado. Con ello, podemos ir acompañando a las personas a lo largo de su ciclo vital en diversas unidades según las necesidades que tenga en cada momento.
Las intervenciones se plantean desde una concepción de integración en el ámbito comunitario e incluyen, además de atenciones básicas residenciales (alojamiento, manutención, etc.), programas de recuperación para lograr la mayor autonomía, integración y calidad posible en cada persona.